en el escucharcxlvi. El escuchar a alguien [das Hören auf…] es el existencial estar abierto al otro, propio del Dasein en cuanto coestar. El escuchar constituye incluso la primaria y auténtica apertura del Dasein a su poder‐ser más propio, como un escuchar de la voz del amigo que todo Dasein lleva consigo. El Dasein escucha porque comprende. Como comprensor estar‐en‐el‐mundo con los otros el Dasein está sujeto, en su escuchar, a la coexistencia y a sí mismo, y en esta sujeción del escuchar [Hörigkeit] se hace solidario de los otros [ist zugehörig]. El escucharse unos a otros, en el que se configura el coestar, puede cobrar la forma de un “hacerle caso” al otro, de un estar de acuerdo con él, y los modos privativos del no querer‐escuchar, del oponerse, obstinarse y dar la espalda.

Sobre la base de este primario poder‐escuchar existencial es posible eso que llamamos el oír [Horchen], que fenoménicamente es algo más originario que lo que la psicología define como el oír “inmediato”, vale decir, sentir sonidos y percibir ruidos. También el oír tiene el modo de ser del escuchar comprensor. Nunca oímos “primeramente” ruidos y complejos sonoros, sino la carreta chirriante o la motocicleta. Lo que se oye es la columna en marcha, el viento del norte, el pájaro carpintero que golpetea, el fuego crepitante.

Para “oír” un “puro ruido” hay que adoptar una actitud muy artificial y (164) complicada. Ahora bien, el hecho de que oigamos en primer lugar motocicletas y coches sirve como prueba fenoménica de que el Dasein, en cuanto estar‐en‐elmundo, se encuentra ya siempre en medio de los entes a la mano dentro del mundo y, de ningún modo, primeramente entre “sensaciones”, que fuera necesario sacar primero de su confusión mediante una forma, para que proporcionaran el trampolín desde el cual el sujeto saltaría para poder llegar finalmente a un “mundo”. Por ser esencialmente comprensor, el Dasein está primeramente en medio de lo comprendido.

Y asimismo, cuando nos ponemos expresamente a escuchar el discurso del otro, comprendemos, en primer lugar, lo dicho, o mejor aún, estamos de antemano con el otro en el ente acerca del que se habla. No oímos, en cambio, primeramente el sonido de las palabras. Incluso allí donde el hablar es confuso o la lengua extranjera, escuchamos en primer lugar palabras incomprensibles, y no una diversidad de datos acústicos.

En el escuchar “natural” de aquello sobre lo que se discurre podemos, sin duda, prestar a la vez oído al modo del decir, a la “dicción”, pero esto sólo es posible en una previa con‐comprensión de lo dicho en el discurso; pues sólo así se da la posibilidad de valorar la adecuación del modo del decir a aquello que constituye el tema acerca del cual se discurre.

De un modo semejante, el discurso de respuesta procede inmediata y directamente de la comprensión de aquello sobre lo que recae el discurso y que ya está “compartido” en el coestar.


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Martin Heidegger (GA 2) Ser y Tiempo (Jorge Eduardo Rivera C)