Aquello por lo que el miedo teme [das Worum die Furcht fürchtet] es el ente mismo que tiene miedo, el Dasein. Sólo un ente a quien en su ser le va este mismo ser, puede tener miedo. El miedo abre a este ente en su estar en peligro, en su estar entregado a sí mismo. El miedo revela siempre al Dasein en el ser de su Ahí, aunque en distintos grados de explicitud. Y si tememos por la casa y los bienescxxii, esto no contradice la definición recién dada del por‐qué del miedo. Porque el Dasein, en cuanto estar‐en‐el‐mundo, es siempre un ocupado estar en medio de… Inmediata y regularmente el Dasein es en función decxxiii aquello de que se ocupa. El peligro para él es la amenaza de su estar‐en‐medio‐de. El miedo abre al Dasein de un modo predominantemente privativo. Lo confunde y lo hace “perder la cabeza”. Pero el miedo, junto con hacer ver, cierra el estar‐en puesto en peligro, de tal manera que cuando el miedo ya ha pasado el Dasein necesita reencontrarse.
El tener‐miedo‐por, en cuanto atemorizarse ante [algo]cxxiv, abre siempre, privativa o positivamente, y de un modo cooriginario, el ente intramundano en su carácter amenazante y el estar‐en en su estar amenazado. El miedo es un modo de la disposición afectiva.
Pero, el tener‐miedo‐por puede estar relacionado también con otros, y entonces decimos que tememos por ellos. Este temer por… no toma sobre sí el miedo del otro. Esto queda excluido ya por el hecho de que el otro por quien tememos, bien puede, por su parte, no tener miedo. Tememos al máximo por el otro precisamente cuando él no tiene miedo y se precipita temerariamente hacia lo amenazante. Temer por… es un modo de la disposición afectiva solidaria con los otros (142) [Mitbefindlichkeit mit den Anderen], pero no es necesariamente un tener‐miedo con, ni menos todavía un tener‐miedo‐juntos. Se puede temer por… sin tener miedo uno mismo. Pero, en rigor, temer por… es temer también uno mismo [ein sich fürchten]. Se teme entonces por el coestar con el otro, ese otro que podría serle arrebatado a uno. Lo temible no apunta directamente al que tiene‐miedo‐con. El temer por…, se sabe, en cierto modo, no concernido, pero está, sin embargo, co‐afectado por estar concernido el Dasein co‐existente por el que teme. Por eso, el temer por… no es una forma atenuada de tener miedo. No se trata aquí de grados de “intensidad emotiva”, sino de modos existenciales. Por eso, el temer por… no pierde tampoco su específica autenticidad cuando “propiamente hablando” no experimenta en sí mismo el miedo.
Los momentos constitutivos del fenómeno integral del miedo pueden variar. De esta manera se dan diferentes posibilidades de ser del tener miedo. El acercamiento en la cercanía forma parte de la estructura de comparecencia de lo amenazante. Cuando algo amenazante irrumpe brusca y sorpresivamente en medio del ocupado estar‐en‐el‐mundo con su “aunque todavía no, pero posiblemente en cualquier momento”, el miedo cobra la forma del susto. En lo amenazador hay que distinguir, pues, el inmediato acercamiento de lo amenazante y el modo de comparecencia
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