(117) ¿Queda entonces simplemente sin hilo conductor la respuesta analítico‐existencial a la pregunta por el quién? De ningún modo. Sin embargo, de las indicaciones formales dadas más arriba (§§ 9 y 12) acerca de la estructura de ser del Dasein, ejerce esta función no tanto ésa de la que se ha hablado hasta aquí, cuanto aquella según la cual la “esencia” del Dasein se funda en su existencia. Si el “yo” es una determinación esencial del Dasein, deberá ser interpretada existencialmente. A la pregunta por el “quién” sólo se podrá entonces responder mostrando fenoménicamente un determinado modo de ser del Dasein. Si sólo existiendo cobra cada vez el Dasein su mismidad, entonces la estabilidad del sí‐mismocv reclama, no menos que su posible inestabilidad [Unselbstständigkeit] un planteamiento ontológico‐existencial como el único modo adecuado de acceder a su problemática.

Pero si el sí‐mismo “sólo” debe concebirse como una forma del ser de este ente, parece que esto equivaldría a la disolución del verdadero “núcleo” del Dasein. Tales temores se alimentan empero de la errónea opinión de que el ente en cuestión tendría, en el fondo, el modo de ser de un ente que está‐ahí, aunque se mantenga alejado de él el carácter masivo de una cosa corpórea puramente presente. Sólo que la “sustanciacvi del hombre no es el espíritu, como síntesis de alma y cuerpo, sino la existencia.



§ 26. La coexistencia de los otros y el coestar cotidiano


La respuesta a la pregunta por el quién del Dasein cotidiano debe alcanzarse mediante el análisis del modo de ser en el que el Dasein se mantiene inmediata y regularmente. La investigación se orienta por el estar‐en‐el‐mundo, constitución fundamental del Dasein que determina todo modo de su ser. Si había razón para decir que a través de la precedente explicación del mundo ya han quedado puestos ante la mirada los demás momentos estructurales del estar‐en‐el‐mundo, también la respuesta a la pregunta por el quién deberá haber sido preparada en alguna forma por medio de ella.

La “descripción” del mundo circundante inmediato, por ejemplo, del mundo en que trabaja el artesano, nos hizo ver que con el útil que se está elaborando comparecen “también” los otros, aquellos para quienes la “obra” está destinada. En el modo de ser de este ente a la mano, es decir, en su condición respectiva, hay una esencial remisión a posibles portadores, en relación a los cuales el ente a la mano debe estar “hecho a la medida”. Parejamente, en el material empleado comparece, como alguien que “atiende” bien o mal, el productor o “proveedor”. Por ejemplo, el campo a lo largo del cual salimos a caminar se muestra como pertenencia (118) de tal o cual, y como bien tenido por su dueño; el libro que usamos ha sido comprado donde…, regalado por…, etc. La barca anclada a la orilla remite, en su


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Martin Heidegger (GA 2) Ser y Tiempo (Jorge Eduardo Rivera C)